Desde La Habana

De ingeniero en La Habana a director de una revista en Kentucky

De ingeniero en La Habana a director de una revista en Kentucky

Hace veinticinco años, Luis David Fuentes pedaleaba 17 kilómetros diarios en una tosca bicicleta china por las oscuras y desvencijadas calles habaneras rumbo a la CUJAE, hoy Universidad Tecnológica José Antonio Echevarría, situada en Marianao, municipio al sur de La Habana, donde estudiaba ingeniería mecánica.

Eran los años duros del Período Especial. La gente comía poco y mal. Los apagones duraban doce horas. Y el hambre provocó que la gente sustituyera la proteína animal comiendo gatos, palomas y gorriones. Fidel Castro tenía un Plan B por si la hambruna arreciaba. Se llamaba Opción Cero. Camiones militares repartirían comida en los barrios, escoltados por soldados armados. No se llegó a ese extremo. Todavía Luis David recuerda que todos los días pedaleaba como si fuera un ciclista profesional con un trozo de pan seco y un vaso de agua con azúcar prieta por desayuno.

“Fue una etapa difícil. Yo iba desde El Vedado a la CUJAE en aquella bicicleta sin apenas en el estómago. Cuando se podía, me tomaba un jarrito aguado de leche en polvo. Regresaba a casa al cabo de ocho o nueve horas sin probar un bocado. No sé cómo sobreviví y me hice ingeniero. Como la mayoría de los hogares cubanos de aquella época, mis padres estaban integrados al proceso, sobre todo mi papá, un hombre muy trabajador, un fidelista que se creyó hasta la médula el cuento de que el socialismo utópico algún día llegaría. Mi madre sí estuvo siempre muy clara, pero por respeto a mi padre, se limitó a enseñarnos a creer en Dios y que supiéramos de la injusticia que había cometido la revolución con su padre, un emigrante gallego que llegó con las manos vacías y a base de trabajo duro logró tener tierras, cabezas de ganado y propiedades. Todo se lo expropió la reforma agraria. Mi abuelo no sobrevivió a aquel batacazo y al año siguiente murió. Después de tanta tristeza y agonía, al poco tiempo mi abuela también falleció. No los conocí en vida”, cuenta Luis David por email desde Kentucky, Estados Unidos.

Muy joven empezó a cuestionarse el totalitarismo verde olivo y la economía de cuartel implementada por los Castro. “No me gustaba que la doble moral causada por el miedo impedía que pudieras expresar tus opiniones con sinceridad, tampoco la hipocresía de los dirigentes: predicaban como si fueran proletarios y vivían como burgueses. Nunca pensé irme de Cuba. Cuando me gradué, hice el servicio social de dos años en el Instituto Nacional de Normalización, empresa donde reinaba la burocracia y el servilismo a las ideas del partido comunista, sin los recursos básicos para laborar El salario era de 198 pesos (8 dólares). Era ingeniero, pero me sentía miserable, con ese sueldo no podía ayudar a mis padres en el sustento del hogar. Esa realidad me hizo cambiar de parecer y decidí emigrar”.

Lo intentó primero por Venezuela y Colombia. En 1996, finalmente, pudo viajar a Chile, donde antes de conseguir un empleo como ingeniero, fue vendedor a domicilio y portero en un centro nocturno. En 2000 viaja a Estados Unidos. Contrario a la inmensa mayoría de los cubanos, que se asientan en la Florida, por el clima, poder hablar español y ver el mismo mar que baña la costa norte de Cuba, Luis David, recaló en Kentucky, en el centro sureste de Estados Unidos. Durante once años trabajó como ingeniero-especialista medio ambiental en el gobierno de Kentucky.

En agosto de 2009, ante la necesidad de información y publicidad de la creciente comunidad cubana, Luis David funda El Kentubano. “Se hizo con recursos propios, sin ayuda externa. Algo novedoso para mí, pues no era empresario ni periodista. Lo hice de ‘a pepe’, como se dice en Cuba. Fui aprendiendo por el camino. La publicación se sostiene por los anuncios, una parte se distribuye gratuitamente y otra por suscripciones. En los inicios, el dinero obtenido apenas alcanzaba para pagar el costo de producción, imprenta, distribución y marketing. Muchas veces tuve que coger de mis ingresos para continuar sacando El Kentubano. En esa época, excepto el diseño, yo era el que redactaba, hacía entrevistas, buscaba patrocinadores y distribuía la revista, pero ahora cuento con un equipo formado por Yany Díaz, periodista, Elizabeth Alarcón, diseñadora, y Yunixsi Tamayo, distribuidora, y dos o tres colaboradores ”, explica y añade:

“La era digital ha ido diezmando las publicaciones impresas, pero en el caso de las publicaciones dirigidas a un colectivo determinado, sea de la salud, deportes o emigrados, lejos de extinguirse han prosperado. Y en los últimos años, gracias al incremento de la comunidad cubana y de nuevos negocios, se logró el sustento de la revista. A esto ha contribuido que patrocinadores como Humana, Kroger, Sprint, American Airlines, Toyota y McDonald’s, entre otros, hayan visto en El Kentubano una herramienta de marketing y se anuncien en ella. En 2009 se imprimían mil copias de 20 páginas al mes, hoy la revista tiene 90 paginas y se imprimen 10 mil ejemplares mensuales”.

El Kentubano trae fotos a color en su portada y contraportada. En las páginas interiores, de papel gaceta, pueden verse fotos y anuncios en colores y en blanco y negro. Algunos de sus textos son tomados de sitios digitales cubanos. Y entre anuncio y anuncio, intercalan consejos a compatriotas recién llegados, entrevistas a cubanos relevantes de Kentucky o recetas de dulces tradicionales. El modelo de negocio del periodismo digital está en construcción. Periódicos como The New York Times ya obtienen ganancias gracias a sus 3,6 millones de suscriptores en internet. Otros medios implementan estrategias proactivas y recaudan dinero entre sus lectores solicitándoles qué tipo de historias desean leer.

«Sacar adelante la revista fue una faena titánica. Hace dos años decidí hacer una pausa como ingeniero y dedicarle más tiempo a mi familia, a la comunidad a través de El Kentubano, el Capítulo Kentucky José Martí y la Asociación Cubano Americana de Kentucky (ACAK), un grupo creado hace un año y cuyos miembros, desinteresadamente, con sus propios recursos, representan y defienden los intereses de nuestra comunidad bajo el lema martiano Ayudar al que lo necesita no solo es parte del deber, sino de la felicidad», dice orgulloso Luis David.

Cuando en 2000 Luis David llegó a Kentucky, el número de cubanos no pasaba de 500. En 2006 ya había cerca de 5 mil cubanos, actualmente son más de 25 mil solo en Louisville, la ciudad más grande del Estado. «Casi todos vienen directamente de Cuba y aunque sus conocimientos en economía son limitados, han logrado convertirse en una comunidad pujante y emprendedora, que ha sabido lidiar con el frío, el idioma y costumbres tan distintas. El resultado de su integración a la sociedad se traduce en la gran cantidad de tiendas, restaurantes, consultorías y pequeños negocios de Louisville. Importante ha sido también el rol de médicos, dentistas, ingenieros, abogados, informáticos y oficiales de policía de origen cubano, entre otros profesionales con cargos destacados en grandes compañías y oficinas estatales».

Luis David tuvo que zapatear las calles de Louisville para conseguir patrocinadores. «Al principio fue difícil convencer a los cubanos dueños de negocios de la importancia de anunciarse. El cubano de la Isla no tiene idea de lo que es el marketing. Lo único que habían visto era un bodeguero sacando cuentas en un papel de cartucho. Cuando convencí al primero, el resto se sumó poco a poco». En su opinión, «después de la Florida, la comunidad cubana de Kentucky es una de las más prósperas de los Estados Unidos y es, per cápita, donde mayor cantidad de pequeños negocios cubanos existe en el mundo». En 2018, el gobernador Matt Bevin recibió en su mansión a cerca de 200 líderes y emprendedores cubanos, un reconocimiento al aporte de esa comunidad a la economía y la cultura de Kentucky. Luis David ha recibido varios premios, entre ellos, Kentucky Minority Owned Business of the Year, en 2017. El año pasado, el gobernador Bevin lo nombró uno de los comisionados de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Kentucky.

A raíz del tornado que el 27 de enero provocó muertos y heridos y causó enormes daños materiales en cinco municipios de La Habana, cubanos de Kentucky recaudaron 6,410 dólares. Un miembro de la comunidad viajó a una de las zonas afectadas y personalmente entregó las donaciones. Palabras de agradecimiento de los damnificados pueden verse en este video subido a Facebook (https://www.facebook.com/watch/?v=933737796830013).

Luis David está casado. Yamilet, su esposa, también es cubana y trabaja como intérprete y traductora para el gobierno de Kenctuky. Son padres de dos hijos, Fernanda, de 15 años, estudiante de primer año de high school, y Luis Manuel, de 12, alumno de 7mo. grado. Claudio Fuentes, destacado fotógrafo y disidente, es primo suyo.

A pesar de llevar más de dos décadas fuera de Cuba, sigue siendo un apasionado de la música cubana. «En 1996 salí rumbo a Chile con una maletica con dos mudas de ropa. En una mano, una jaba con mi colección de discos de vinilo de Benny Moré y en la otra mi bongó, instrumento que aprendí a tocar en mi ciudad natal. Mi profesor era Arturo Linares, El hueso, bongocero de Joseíto Fernández». Además de bailar salsa y rumba, le gusta tomar café, fumar tabaco, darse un trago de ron y jugar dominó. Profesa un profundo respeto por el prócer José Martí.

Ya establecido en Louisville, Luis David se dio a la tarea de localizar un busto del Apóstol obsequiado en 1955 a Kentucky por el gobierno que entonces había en la Isla, como tributo a los valientes kentuckianos que pelearon por la libertad de Cuba en 1850 y que llevaba años desaparecido. Los realizadores de la revista El Kentubano crearon un proyecto nombrado De cara al sol, con el objetivo de colocar de nuevo el busto de Martí en el Parque Shively de Louisville. Con los 12 mil dólares recaudados, pudieron restaurarlo y develarlo en un acto celebrado el 21 de julio de 2012.

Cada 28 de enero, ese lugar es punto de encuentro de los kentubanos, gentilicio creado por Luis David Fuentes, quien a sus 47 años confiesa que no sabe a dónde la vida lo llevará el día de mañana. «Jamás imaginé vivir en Kentucky, ya son 19 años y no creo que regrese a la Isla cuando las cosas cambien. Sí me gustaría contribuir con mi experiencia, hacer algún negocio, tal vez una revista, poder viajar a mi patria. Pero Estados Unidos me ha adoptado como un hijo, aquí he creado una familia, tengo muchos amigos y responsabilidades con esta sociedad».

Es que, como escribiera Eliseo Alberto, Cuba es un piano lejano que alguien toca detrás del horizonte.

Iván García

Foto: Luis David Fuentes con un ejemplar de la revista El Kentubano. Tomada de Insider Lousville.

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