Desde La Habana

Cuba tendrá que seguir soñando con un premio Nobel

Sean comunistas, disidentes, famosos o desconocidos, a los cubanos les encanta participar en premios y concursos. De todo tipo, nacionales o extranjeros. Disfrutan si son seleccionados y en la gloria se sienten cuando ganan.

No importa que el galardón sea un diploma o una obra de arte. La cuantía sí. En pesos no viene mal, en divisas es lo ideal. Si es suficiente plata, da para resolver mil y un problemas, personales y familiares.

Tres escritores cubanos obtuvieron el Premio Cervantes: Alejo Carpentier (1977), Dulce María Loynaz (1992) y Guillermo Cabrera Infante (1997). El atleta Javier Sotomayor recibió el Premio Príncipe de los Deportes en 1993. La relación de músicos y compositores, residentes en la isla o en el exterior, que han alzado un Grammy es más larga: Celia Cruz, Bebo Valdés, Israel ‘Cachao’ López, Gloria Estefan, Paquito D’Rivera, Arturo Sandoval, Chucho Valdés y Omara Portuondo, entre otros.

Desde su creación, en 1901, ningún cubano, en ninguna categoría, ha sido condecorado con un Premio Nobel. Uno de los que lo hubiera merecido fue el doctor Carlos J. Finlay, descubridor de la fiebre amarilla.

Eso fue en el siglo veinte. En el veintiuno, con el estancamiento de la economía y de las investigaciones científicas y sociales, debido a la perenne crisis económica que vive el país, donde Cuba tiene alguna posibilidad es en el Nobel de la Paz.

Se desconoce si finalmente fue presentada la candidatura de las Damas de Blanco y formó parte de las 38 organizaciones nominadas en 2010. No es la primera vez que la disidencia cubana sueña con el prestigioso galardón y su respaldo monetario, ascendente a un millón de euros.

Ya en otras ediciones han sido propuestos opositores como Oswaldo Payá, Oscar Elías Biscet y Martha Beatriz Roque. Tanto en Noruega como en Suecia, los dos países que anualmente otorgan los Nobel, se ve con buenos ojos a los luchadores por la libertad y la democracia. En los últimos años se lo han concedido a cuatro destacados disidentes y activistas por los derechos humanos: el ruso Andréi Sajarov, en 1975; el polaco Lech Walesa, en 1983; la birmana Aung San Suu Kyi, en 1991 y la iraní Shirin Ebadi, en 2003.

Tampoco se sabe si Fidel Castro aparece entre las 199 personalidades nominadas en 2010. Por si lo aceptaban, decidió autopromocionarse. Ese interés por obtener el Nobel de la Paz explicaría su énfasis en hablar y escribir sobre amenazas y guerras nucleares. Una manera de llamar la atención de los académicos encargados de valorar los expedientes presentados.

Según se rumora, en más de una ocasión el nombre del comandante habría sido inscripto en Oslo. No es de extrãnar. Stalin estuvo dos veces nominado, en 1945 y 1948. Ya antes, en 1939, Hitler había sido propuesto. El ‘selecto’ listado lo inauguraba Mussolini en 1935.

Como buen socio de China que Cuba es, a los gobernantes del patio y sus portavoces les ha sentado fatal que el Nobel de la Paz haya ido a manos de Liu Xiaobo, un ‘criminal’ encarcelado. Tampoco han aplaudido que el de Literatura se lo hayan dado al ‘apóstata de la izquierda’ Mario Vargas Llosa.

Cuando en 1959 los barbudos llegaron al poder, Vargas Llosa fue uno de los intelectuales latinoamericanos que apoyaron a Fidel Castro y su proyecto revolucionario. En 1965 viajó a La Habana para integrar el jurado del Premio Casa de las Américas. Hasta ahí todo bien. Pero cuando en 1971 arrestaron al poeta cubano Heberto Padilla y su caso tuvo gran repercusión en Europa y América Latina, el escritor peruano decidió romper con los Castro y su dictadura.

Desde entonces, Vargas Llosa engrosa la lista negra de los ‘enemigos de la revolución’. Una lista a la que ahora se suma el disidente chino Liu Xiaobo.

Iván García

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