Desde La Habana

Cuba, quemar a un perro

Cuba, quemar a un perro

Cuba, quemar a un perro

No hay azúcar en Santiago de Cuba, ni arroz en La Habana, ni estabilidad en el menú hogareño de ningún barrio o municipio del país, pero las agresiones mayores a la sociedad cubana aparecen en imágenes diversas, complejas y, al parecer, ajenas y distantes.

Se trata, por ejemplo, del cadáver de un hombre transportado por su esposa y otros familiares a lo largo de varias calles habaneras, las prohibiciones de viajar a centenares de personas, la persecución constante y violenta a opositores pacíficos, el encarcelamiento de cualquier hombre o mujer y, cómo no, la foto de un perro al que le dieron candela con gasolina.

Las pesadillas de los ciudadanos en Cuba se padecen en todos los rumbos que pueden contener la desidia, la pereza y el desprecio con el que el Estado asume sus funciones. Pero la verdad monda y lironda es que suelen sufrir de una tensión más grave y diaria, quienes se ven obligados a pernoctar y hacer sus quehaceres cotidianos bajo un techo y entre unas paredes que no se sabe en qué momento se caerán. Pero se caerán.

Ahí están los testimonios desgarradores de los cubanos hacinados en inmuebles ruinosos de la Habana Vieja, Centro Habana y en otros muchos sitios de la capital y del país, donde el régimen dedica los recursos destinados a la construcción a levantar hoteles nuevos o a reparar los que ya existen, para ampliar el turismo, la única industria que en realidad le interesa a los gobernantes.

Una reseña de la periodista Luz Escobar sobre el asunto de la vivienda en La Habana recoge la angustiosa opinión de una vecina: “Cuando yo era niña ya esto estaba así y pensé que mis hijas no iban a tener que vivir con el sobresalto de que el edificio se derrumbara mientras estaban durmiendo, pero ya tengo nietos y todo sigue igual o peor.” Otra entrevista asegura que “esta es la realidad del cubano que vive con la libreta (de racionamiento), del cubano que vive pensando ¿qué voy a comer hoy? No es la realidad de la langosta, no es la realidad de los camarones, no es la realidad de esos hoteles lindos que hay en Varadero.”

No importa en cuál sitio de la nación falta el azúcar, a cuál otro no llega el arroz o en cuál no se verá nunca la carne de res. La ausencia grave es la de la independencia y la soberanía de un pueblo obligado a vivir en los ripios de una nación que durante mucho años fue el ideal del desarrollo y la prosperidad de América.

Raúl Rivero

Blog de la Fundación Nacional Cubano-Americana

Miami, 4 de febrero de 2020.

Foto del perro quemado tomado del blog de la FNCA.

Salir de la versión móvil