Desde La Habana

Cuba: Periodismo incómodo

Aunque el gobierno del General Raúl Castro, de boca para afuera, con urgencia pide un periodismo diferente, crítico, polémico, atractivo y ágil, en la práctica los reporteros oficiales no se animan a soltar el lastre de las notas armadas a golpes de consignas y trechos con discursos de Fidel Castro.

Los periodistas que laboran en los medios estatales se lo piensan dos veces antes de realizar un reportaje caliente, con la realidad de la calle, las que ellos viven, de barrios con jineteras y tipos que venden a discreción leche en polvo, aceite vegetal o jeans robados de algún almacén.

No debemos esperar que esa tropa esforzada de ‘periodistas revolucionarios’, que más bien parecen amanuenses o vulgares juntaletras, se decidan a escribir de aspiraciones políticas o públicamente pidan detener los actos de repudio a las Damas de Blanco y golpizas a quienes piensan diferente. Sería pedir demasiado.

Las reflexiones polémicas de un puñado de burócratas que dictan desde una oficina en el Palacio de la Revolución lo que debe ser noticia, por ahora, solo es posible emitirlas en la red,  luego de pasar por un tamiz que muestre a ese redactor identificado con el socialismo y leal a los hermanos Castro. Sin esa confesión de fe, escribir por tu cuenta, equivale a que te abran un expediente en el Departamento de Seguridad del Estado.

El reproche y la discusión es un espacio abierto para periodistas e intelectuales aceptados por el régimen, pero solamente en internet. Consideran que no es sano, ni deseable, que los cubanos de a pie, los que desayunan café mezclado con chícharos y pan sin mayonesa, lean controversias diferentes al discurso oficial, cansona y repetidamente publicado por los diarios nacionales.

Es interés del gobierno que esas plumas talentosas y frescas se lean solo en el extranjero. Para que en la distancia se ilusionen los románticos de la revolución cubana y la izquierda latinoamericana y europea, de que algo en la isla se mueve.

Esos periodistas incómodos, que los cubanos dentro de la isla desearían ver en la prensa de papel, están asignados a publicar en blog personales o páginas webs. Entonces el tipo de la isla profunda no puede leer, a no ser que tenga acceso a intranet, a Elaine Díaz, Sandra Álvarez, Boris Leonardo Caro o al gay Paquito.

A la gente de la Cuba real, que almuerza pizzas en cafetines por cuenta propia, luego de estar dos horas en la parada del P-7  para llegar a su casa en el reparto Alberro, no le queda otra opción que comprar por un peso un tabloide de 8 páginas que intenta ser un periódico y suele ser más útil para envolver la basura o como sustituto del costoso papel higiénico.

La polémica está servida… pero exclusivamente para una élite.

No solamente el gobierno de Raúl Castro tiene sus periodistas incómodos. También los tiene un sector de la oposición interna. Si eres corresponsal extranjero o periodista independiente y no cubres o escribes unas cuartillas, elogiando algunos de los eventos, conferencias o proyectos que por arrobas inventa la disidencia local, entonces te apuntan en una lista negra.

Lo menos de que te acusan es de ser partidario de los Castro. Y en sus tertulias frecuentes en las salas de sus casas -la  disidencia bananera cotillea al por mayor- te tachan de agente del G-2 (Seguridad del Estado).

Hacer periodismo sin ataduras en Cuba es caminar por una cuerda floja. Siempre va a despertar la capacidad de intriga y desconfianza de ambos bandos. Pero yo prefiero que sea así. O no fuese periodista.

Iván García

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