Desde La Habana

Cuba: Dos escenarios y un viajero extraviado

Ahora que el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba es sólo un murmullo desacompasado, los cubanos viven la realidad de que los cambios anunciados durante meses con maracas y corneta china tienen que ver, exclusivamente, con los métodos que se utilizan desde el poder para convencer de que un concubinato grosero –la represión y el fracaso económico– conseguirá que el porvenir sea una aparición que llega una mañana con unas maletas llenas de regalos y fotos de gente muy querida que pernocta lejos.

La verdad es que en cuanto los mil delegados recogieron a toda prisa los bolígrafos y las carpetas que usaron para darle formalidad a la reunión, la existencia cotidiana se recompuso, y regresó con otros elementos esperanzadores para que el tiempo deje de ser, como dijo alguien, un centinela insobornable, y se convierta en un aliado dócil de los grupos que no se quieren abandonar los puestos de mando.

Cerca del sitio donde un grupo de graves expertos debatía sobre el derecho a que –en pleno siglo XXI– se autorizara a los cubanos a vender y comprar casas y automóviles, la policía política reprimía a la activista de derechos humanos Sara Martha Fonseca y a su familia.

El episodio policial pertenece a al escenario permanente, anterior a la cita de los dirigentes comunistas. Pero el eventual permiso para que se pueda para hacer un negocio con una vivienda o un carro, le pone al escenario un elemento de natural interés en medio de aquella situación económica, que tiene la intención de que la carga contra la señora Fonseca y cualquier acción violenta se pierda en el olvido.

Se desarrolló el Congreso y sigue ahora una campaña acerca de las bondades de las medidas que permitirán que los cubanos puedan ganarse la vida como reparadores de fosforeras desechables, profesores de mecanografía, masajistas y cuidadores de baños públicos.

Esa propuesta patética, así como la anuencia para que se abran restaurantes particulares y la proclamada de entrega de tierras a personas que la trabajen después que la rescaten de los marabuzales, son las otras perlas que la sociedad cubana tiene que admitir como novedad. Aunque todos sepan que son sólo unos complementos que les impone la vida, la pobreza, la ineptitud de los funcionarios y las sumisiones de un sistema que lo único que ha logrado sistematizar es el fracaso.

Las semanas que han seguido al encuentro de los ancianos y su servidumbre afianzan la realidad de intolerancia y violencia contra quienes quieren transformaciones verdaderas. Ahí están las imágenes de las golpizas al ex preso de conciencia Ángel Moya (http://www.diariodecuba.com/derechos-humanos/4660-dama-de-blanco-pide-raul-castro-investigar-y-sancionar-agentes-que-patearon-su) y a su esposa, la dama de blanco Berta Soler.

Se intensifica la persecución al periodismo independiente y a los jóvenes que buscan espacios para expresarse mediante nuevos soportes técnicos. Se usa la quincalla política (el desfile del primero de mayo, por ejemplo) como si el tiempo estuviera enterrado debajo de una palma.

La oposición pacífica y los grandes sectores de esa sociedad que conocen las honduras de los baches y la falsedad de los espejismos, quieren evoluciones palpables en materia de leyes, aperturas para agrupaciones políticas de cualquier signo y libertad de prensa.

Ellos saben que el futuro no llega un día cualquiera como un viajero rico y desprevenido. Y, en medio de esa atmósfera pantanosa y llena de trampas que diseña el gobierno, no dejan de salir a buscarlo.

Raúl Rivero, El Nuevo Herald

Foto: Ana Torricella, Primavera Digital. Algunos de los golpes recibidos por Ángel Moya Acosta.

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