Desde La Habana

Constructor de antenas parabólicas, oficio de riesgo en Cuba

Normando, 43 años, es un tipo duro de pelar, con una adicción peligrosa a los negocios de riesgo. Desde hace catorce años, se dedica a construir antenas parabólicas, un oficio ilegal, no contemplado entre las 178 actividades recientemente autorizadas por el gobierno cubano para ejercer por cuenta propia.

Graduado de electrónica, este habanero hubiese deseado que las cosas fuesen de otro modo. “Lo razonable es que pagara impuestos y se me autorizara a realizar mi labor legalmente. Pero el gobierno no lo permite. Entonces lo hago por la izquierda”.

La habitación donde Normando se dedica a producir las parabólicas está repleta de diseños de últimos modelos y libros sobre el tema. En un pedestal de hierro pueden verse seis antenas recién terminadas, listas para ser vendidas.

El negocio marcha. La oferta supera la demanda. “Mis parabólicas son las mejores del mercado subterráneo en la capital”, confiesa con una pizca de orgullo. Al por mayor, suele venderlas a 50 pesos convertibles (60 dólares) cada una. Luego, el comprador las revende a precios más elevados.

También trabaja por encargo y cobra más caro. El negocio de la televisión ilegal por cable es uno de los más rentables que ahora mismo funcionan en Cuba. En municipios como Diez de Octubre, Centro Habana o Habana Vieja, hay manzanas completas conectadas a una antena ilegal, y por la cual cada ‘abonado’ paga 10 pesos convertibles al mes (unos 8 dólares, que puede parecer poco, pero en Cuba equivale al salario mensual de un empleado).

En Florida, Estados Unidos, residen personas dedicadas a introducir de manera clandestina los equipos receptores y las tarjetas clonadas. Pasar por la aduana de los aeropuertos las parabólicas es complicado. Justo ahí es donde aparece “el mejor fabricante de antenas de La Habana”, según su slogan particular.

En sus ratos libres, Normando repara ordenadores y móviles, otro trabajo que le permite llevar una vida desahogada, tomar cerveza alemana y comer garbanzos con chorizos españoles. Todo un lujo en la Cuba del siglo 21. Con muchos riesgos, claro.

Las autoridades lo han pillado un par de veces. “Siempre ha sido por ‘chivatazos’ (denuncias) de algún envidioso. Me han puesto multas de 30 mil pesos (1,500 dólares) que no es una bicoca, pero he podido pagarlas”, cuenta en la azotea de su casa.

“No creo que mi negocio sea peligroso. No vendo drogas, ni me dedico a la prostitución o robarle al gobierno. Creo que es lícito lo que hago, nadie puede impedir que las personas vean, escuchen o lean lo que deseen. Es el gran error de Castro: quiere vender su versión de las noticias. Tal vez por eso soy una amenaza pública”, señala convencido.

Normando se considera un ‘luchador callejero’. Creció sin padres y siempre tuvo que buscarse la vida. Trabajando duro, pero a su manera.

Iván García

Foto: AP. Antena parabólica camuflageada en una azotea cubana.

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