Desde La Habana

Bolero para Carlos

México no puede quedarse solo con la enorme tristeza de ver cómo se ha muerto Carlos Monsiváis. Esa angustia cae como una piedra sobre el continente americano, deja ciego, sin brújulas, al Distrito Federal, y trastorna el espíritu de República Dominicana, Puerto Rico, Cuba y la noche.

Mientras vivió (1938-2010) por allá se podía dormir tranquilo porque él se levantaba en las mañanas a explicarlo todo. Desde los componentes emocionales de los boleros y las rancheras, hasta la filosofía de Pedro Infante, Jorge Negrete, María Félix, José Alfredo Jiménez, Mario Moreno (Cantinflas) y los resortes de los actores y actrices segundones que salen a llorar en las telenovelas o a recibir puñetazos en las películas.

Lo explicaba todo como los viejos maestros de escuela. Para ese trabajo se valía de una prosa que labraba en solitario, a la que le ponía humor, atajos sorprendentes, inteligencia y sensibilidad. Tenía un registro de intereses que lo hacían aparecer como historiador de la cultura, ensayista, reportero de la crónica negra, crítico literario y comentarista político.

Gracias a su trabajo conocemos mejor a los poetas Salvador Novo y Jorge Cuesta, y a Paquita la del Barrio, la hechicera del antimachismo que le grita al marido estos versos que adoraba Monsiváis: «Tres veces te engañé/ la primera por coraje, la segunda por capricho y la tercera por placer».

En sus libros, estrictos y sabrosos, está la evolución de la Ciudad de México, y pasan las tragedias, las alegrías, la pintura, el circo, la lucha libre y sus hombres enmascarados, la poesía, la radio, el teatro, todo lo bueno. Y todo lo malo, menos, desde luego, el entierro de Monsiváis.

Uno, a cierta edad, entra con más facilidad en la tristeza. Y, por eso mismo, se vale de argucias para salir de ahí enseguida. Me alegra recordar que hablé con Monsiváis por penúltima vez hace unos meses.

Estaba en Santo Domingo en la casa del poeta Alfonso Quiñones y me llamaron por teléfono. Me preguntó dos o tres detalles sobre la vida de un bolerista cubano, pero la conversación se tuvo que interrumpir y quedamos en vernos en el verano, este verano, en Madrid para seguir hablando. Sabe Dios cuándo vamos a terminar esa descarga.

Raúl Rivero

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