Desde La Habana

Bienvenido a la libertad, Ricardo!

Ricardo González Alfonso (La Habana, 1950) ha trabajado en los más disímiles oficios. Y todos los ha realizado con una eficacia más propia de un suizo que de un cubano. Organizado, conciso, puntual…

Hasta que en 1995 se convirtió en periodista independiente, el universo laboral de González estuvo vinculado a los medios audiovisuales y culturales. Con el mismo ímpetu que hacía guiones y participaba en talleres de arte dramático, redactaba informaciones denunciando actos represivos o escribía crónicas y poemas.

En internet se localizan textos suyos publicados en Cubanet, Nueva Prensa Cuba, Cubafreepress, Encuentro en la Red y la Revista Hispano Cubana, entre otros. Cuando en la tarde del 18 de marzo de 2003 un fuerte operativo de la Seguridad del Estado durante varias horas registró su casa y se lo llevó detenido, en ese momento Ricardo era corresponsal de Reportero sin Fronteras y estaba al frente de la Sociedad de Periodistas Manuel Márquez Sterling y de la Revista De Cuba.

Por si no bastara, en su domicilio había organizado una biblioteca, a la que bautizó con el nombre de Jorge Mañach, uno de los más importantes intelectuales cubanos antes de 1959. Y una vez por semana conducía una sección sobre temas migratorios en una emisora de Miami.

A Ricardo González y al periodista y poeta Raúl Rivero los juzgaron el mismo día, el 4 de abril de 2003. A los dos los condenaron a 20 años de privación de libertad. En diciembre de 2004, Rivero era excarcelado por problemas de salud y cuatro meses después viajaba a Madrid.

A la ciudad donde en breve él llegará, con sus dos hijos, David y Daniel, su esposa Álida Viso Bello, también periodista independiente y Rocío, la hija de ésta, entre otros familiares.

En estos siete años, Ricardo ha sufrido cuatro intervenciones quirúrgicas. Actualmente padece de glaucoma, hipertensión arterial, bronquitis crónica, alergia, artrosis generalizada, gastritis, trastornos circulatorios y digestivos. Tiene el colesterol alto y un quiste en la garganta.

Vi a Ricardo unos días antes de que la Seguridad del Estado pusiera en marcha su razia de 2003. Recuerdo que fui a devolverle la novela Retrato en sepia, de Isabel Allende, y sacar una biografía de la Madre Teresa de Calcuta. Como la policía política destruyó su biblioteca y al no tener a quien devólverselo, antes de irme de Cuba, en noviembre de 2003, se lo dejé de recuerdo a una amiga.

En Lucerna, el cantón donde vivo, siempre le he tenido presente, a él y sus dos hijos, a Álida y su hija. He leído los dos libros que le han publicado en España, todas las noticias sobre su estado de salud, y en mi blog y en el de Iván García, le hemos dedicado posts.

Redacto esta nota después de leer las declaraciones de un opositor que admiro muchísimo, Jorge Luis García Pérez, más conocido por Antúnez, quien estuvo 17 años en la cárcel y hoy dirige el Presidio Político Pedro Luis Boitel.

Las opiniones de Antúnez no deben sentar bien a los partidarios de las negociaciones que están teniendo lugar. No sé si cuando Ricardo las lea las comparta, pero si estuviera preparando un próximo número de la Revista De Cuba, las incluiría.

Porque más que un tipo chévere y risueño, Ricardo González Alfonso es un hombre abierto y tolerante. Un profesional que hizo de la objetividad periodística una cátedra.

Tania Quintero

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