Desde La Habana

Bebo Valdés, los vivos y los muertos

El Departamento de Resurrecciones y Necrofilia Cultural del Partido Comunista de Cuba admitió esta semana la existencia del pianista Bebo Valdés y dispuso que, una vez aceptado como ciudadano y reconocido como músico, se le rinda un homenaje en el Festival Internacional Jazz Plaza, el próximo mes de diciembre.

El artista nació en el poblado habanero de Quivicán en 1918 y murió en Estocolmo en marzo de este año. Salió de su país en 1960 y, desde entonces, su nombre estuvo prohibido porque pasó a la lista de peligrosos enemigos del pueblo. Pero ahora, unos meses después de la gestión de la muerte, los ñames con corbatas encargados de esas diligencias fúnebres recibieron la orden de arriba y lo perdonaron.

Los mismos panfletos gubernamentales que anunciaron el guateque que incluye al músico, eliminaron su nombre escrupulosamente en 2009 cuando ganó, junto a su hijo Chucho Valdés que reside en Cuba, el premio Grammy por el disco Juntos para siempre.

Para el público cubano, Chucho ganó el premio en solitario. «Estoy indignado. Siento una gran frustración. No entiendo cómo se puede omitir un nombre que ha dado tanta gloria a Cuba», dijo en aquel momento el pianista.

La nota oficial que menciona a Bebo por primera vez en su país en 50 años dice que Chucho heredó la pasión por el jazz de su padre, Dionisio Ramón Emilio Valdés, considerado «una de las figuras centrales del escenario musical de esta isla en siglo XX».

Bebo Valdés recordó una vez en su exilio de Suecia que «habíamos salido de Batista, que era un dictador de derechas, y caímos en el de izquierdas, que también oprime al pueblo». Toda mi vida he tenido ganas de regresar a Cuba, añadió, pero le juré a mi madre que no volvería mientras dure ese sistema.

«Imagínate, se acabó la libertad hasta para hacer música. Una noche se me acercó un tipo con un carné para preguntarme por qué esa música. Le dije que a él no le incumbía, me respondió altanero que él trabajaba en el gobierno para controlarme y respondí que estaba perdiendo el tiempo conmigo, que a mí no me decían lo que tenía que tocar. Me echaron. Era un comisario político», contó Bebo Valdés.

Los especialistas del perdón totalitario se estrenaron con dos figuras que murieron dentro de la isla: José Lezama Lima y Virgilio Piñera. Después cruzaron las tapias de los cementerios y salieron a repartir clemencia estatal por el mundo. Celia Cruz y Guillermo Cabrera Infante están en sus planes quinquenales.

Ellos pueden perdonar a Bebo Valdés. A lo mejor Bebo los perdona algún día.

Raúl Rivero
El Mundo, 8 de octubre de 2010

Foto: Tomada del Diario de las Américas.

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