Desde La Habana

Azúcar amarga

Josefa, 67 años, jubilada, nunca imaginó que el azúcar, uno de los productos más baratos que siempre hubo en Cuba, pudiera alcanzar tan altos precios. Cuando fue al mercado, en el mostrador vio el anuncio de la venta liberada: 8 pesos una libra de azúcar refinada o blanca (0,40 centavos de dólar) y 6 pesos la cruda o prieta (0.30 centavos de dólar).

“Es una desvergüenza del gobierno, vender el azúcar más cara que en el mercado negro. Mi pensión es de 200 pesos (9 dólares). Hace seis meses aumentó la tarifa eléctrica, y cada vez que venden un producto por la libre, su precio se multiplica por diez con respecto al mismo producto en la libreta de abastecimiento”, señala con disgusto.

En el mercado subterráneo, el azúcar suele costar entre 3 y 5 pesos la libra (0.15 y 0.25 centavos de dólar). Por la cartilla de racionamiento, a una persona corresponden al mes 5 libras por persona, tres refinada o blanca y dos cruda o prieta.

Cubanos de a pie como Josefa están que trinan. Y llevan razón. Además del azúcar, aumentaron la libra de arroz libremente vendido, de 3.50 a 5 pesos (0.15 a 0.20 centavos de dólar)

Las medidas para sanear la economía y propiciar su despegue, a quienes más afecta es a los jubilados y a las personas que viven de su salario y no reciben dólares o euros de parientes en el extranjero. Alrededor de un 35 % de los cubanos no reciben moneda dura. Hacen milagros para llevar dos platos diarios a la mesa y llegar a fin de mes. Gente que desayuna café sin leche y hace una sola comida caliente al día.

Los sectores más pobres de un país que ha socializado la miseria, además, le deben al Estado considerables sumas de dinero, por equipos electrodomésticos, como refrigeradores (neveras), televisores y ollas arroceras, hace un lustro otorgadas por Fidel Castro, en sustitución de artefactos antiguos -algunos de la década 1940-50- con alto consumo de energía eléctrica.

A Ricardo, 78 años, jubilado, vendedor ilegal de maní y cigarrillos sueltos en las paradas de ómnibus, el alto costo de la vida y la paulatina desaparición de la libreta le preocupa en grado sumo.

“Dice el gobierno que los casos sociales y los ancianos sin recursos no quedarán desatendidos. Pero la realidad es que desde hace un tiempo el café, los cigarros, frijoles, arroz y ahora el azúcar, han subido demasiado, y por mi casa no aparecido ningún trabajador social. Para colmo, le debo al banco 12 mil pesos (500 dólares) por el televisor y el frío (nevera) que me cambiaron hace seis años. Por supuesto, no voy a pagar esa deuda. Devengo una pensión de 213 pesos (8 dólares) y no tengo hijos ni familiares en Miami”, apunta Ricardo.

El alto precio del azúcar en venta libre es inadmisible. No se puede justificar con el pretexto manido del embargo de Estados Unidos. Durante siglos, Cuba ha sido una de las mayores productoras de azúcar en el mundo. Cuando éramos colonia de España, en la isla se elaboraban entre 4 y 5 millones de toneladas de azúcar. Éramos autosuficientes y la dulce gramínea era el principal rubro de exportación.

Luego llegó Fidel Castro con el discurso de una nueva nación, justicia e igualdad para todos. En su estrategia de desarrollo pensaba diversificar la agricultura -el país era monoproductor- y crear una industria robusta. Ni lo uno ni lo otro. Desde hace una década, la producción azucarera no supera los dos millones y medio de toneladas. Y el consumo interno, de 700 mil toneladas, tiene déficit notables.

Nadie puede entender que en una isla de clima tropical, con grandes extensiones de tierra escaseen las frutas, hortalizas, legumbres y el azúcar, sello de identidad nacional. La jubilada Josefa no piensa pagar el azúcar a 8 pesos la libra, “porque es un atraco y un abuso de este gobierno”.

De eliminar la cartilla de racionamiento, como quiere el régimen, Josefa y los cubanos que como ella dependen de su pensión, sólo tendrían la opción del azúcar por venta libre. O tomar el café amargo.

Iván García

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