Desde La Habana

Alan Gross o el ajedrez político entre Cuba y Estados Unidos

El contratista Alan Gross, 61 años, seguirá en la cárcel. Definitivamente el gobierno de Raúl Castro lo condenó a 15 años. El caso Gross estuvo envuelto entre el misterio y la incertidumbre. Y trajo de vuelta la época de la Guerra Fría.

Tras 15 meses en una celda y en un limbo jurídico, el juez dictó sentencia. A otros extranjeros detenidos en Cuba, como el empresario español Sebastián Martínez les sucede algo parecido. En Cuba ‘es normal’ que desde el día de la detención al día que te paran frente a un tribunal transcurra un año. O más.

Algunos analistas pensaron que la sanción penal al judío estadounidense, acusado de crear redes informáticas paralelas sin autorización del régimen, sería de pocos años. Incluso, muchos apostaban que podría ser montado en un Boeing rumbo a casa.

Pero los hermanos Castro tienen una amplia colección de trucos en su saco. Son impredecibles. Y por lo general siempre hacen justo lo contrario de lo que la lógica indica. De cualquier manera, el caso del contratista gringo tiene varias lecturas.

La noticia buena para la familia de Gross es que no debe cundir el pánico. La fiscalía cubana fácilmente te puede condenar a un chorro de años, pero luego, entre la presión internacional, la racionalidad y los negocios políticos entre bambalinas, puedes regresar a tu país unos pocos meses después de haber sido inculpado.

Alan Gross es una pieza útil en este nuevo juego de ajedrez político con Estados Unidos. Siempre ha sido así. Los anticastristas que pelearon en Bahía de Cochinos y los espías de la CIA fueron productos canjeables.

En 1961, después de la victoria en 72 horas en Playa Girón, Fidel Castro cambió a la mayoría de los combatientes enemigos capturados por papillas para niños y puré de papa en polvo.

Con ciertos espías de los servicios especiales estadounidenses ha sucedido algo parecido. Incluso los restos mortales del piloto del U-2 derribado durante los días tenso de la Crisis de los Misiles en 1962, fue un trofeo de guerra que se canjeó por réditos políticos.

A los Castro le interesa más imponer el miedo a los opositores locales condenándole a muchos años que a los adversarios que vienen de afuera. Así y todo -en el caso de la disidencia interna- regatea con las potencias occidentales si ve ganancias políticas a cambio.

Gross estará detrás de los barrotes hasta que aparezca una buena propuesta de la Casa Blanca. Los hermanos siempre están abiertos a escuchar ofertas. Barajemos algunas.

Un palo político importante sería si a cambio del judío se pudiera traer de vuelta a la isla a 5  espías de una red de 11 capturados en 1998, considerados ‘héroes nacionales’ por el régimen. Ha sido un compromiso público de Fidel Castro que no ha podido cumplir. Ahora, el tiempo pasa y la muerte merodea sutilmente alrededor del comandante.

Gross fue como un ángel caído del cielo. Si Obama y la Clinton tienen real interés por el contratista, podrían transar y canjearlo por los 5 espías, es más o menos la lógica de Castro I. También puede negociarse con nuevas medidas de flexibilización económica a Cuba. Y como el viejo Castro suele jugar duro, por qué no, cambiarlo por su espía estrella, Ana Belén Montes, infiltrada en la CIA y sancionada a 25 años.

El gobierno de Estados Unidos, igualmente experto en negocios y trueques políticos, barajará sus opciones. La bola está en la Casa Blanca. Le toca a Obama mover fichas.

Iván García

Foto: Alan Gross con su esposa y sus dos hijas.

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