Desde La Habana

Alan Gross, la última moneda de cambio

Ha tenido mala suerte este ingeniero americano con cara de abuelo bueno. El 3 de diciembre de 2009, cuando estaba a punto de subir al avión rumbo a Estados Unidos, le detuvieron. Hasta el sol de hoy.

Después de 14 meses detenido sin cargos, por una escueta nota informativa del diario Granma, la gente en la isla se enteraba que próximamente será celebrado el juicio y que el Fiscal solicitará una sanción de 20 años por «actos contra la independencia o la integridad territorial».

Alan Gross, de 61 años y de origen judío, será juzgado por el Artículo 91 del Código Penal cubano, el mismo utilizado contra los 75 disidentes enjuiciados en abril de 2003 y condenados a penas entre 13 y 28 años de privación de libertad.

De su caso, los periodistas independientes cubanos apenas han podido escribir. Según filtraciones, Gross habría viajado a Cuba como subcontratista de la USAID (Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos), para llevar modernos equipos a la a la no muy numerosa comunidad judía.También se especula que ayudó a grupos disidentes. Desde hace más de 25 años, Alan Gross se ha dedicado a labores humanitarias y de desarrollo en distintas partes del mundo.

En general, no es fácil acceder a los extranjeros que por un motivo u otro guardan prisión en la isla. Pero casi imposible cuando se trata de un estadounidense a quien desde el principio, las autoridades han mantenido aislado y en un régimen carcelario especial.

La petición fiscal de 20 años puede ser rebajada a 5 o 10 años. También pudiera quedar absuelto. Pero lo dudo. Gross es una valiosa moneda de cambio para los hermanos Castro, en particular para Fidel, quien ya en el pasado mes diciembre dijo a varios intelectuales que los ‘cinco héroes o ‘cinco espías’ (según el cristal del color con que se evalúen), pronto estarían de vuelta a casa.

La detención de Alan Gross ha sido un punto de fricción entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos. Para el régimen de La Habana se ha convertido en una cuestión de honor y en una obsesión, sacar de la cárcel a esos cinco agentes.

Acostumbrados en la isla a que el presidente tenga facultad para decidir cuándo una persona debe entrar o salir de prisión, piensan que la firma de Obama bastaría para soltar a sus ‘heroicos espías’.

Y como en Estados Unidos las cosas no funcionan así, Alan Gross pudiera convertirse en el hombre que les permitiría negociar un canje. De cinco por uno.

Iván García

Foto: Reuters. Alan Gross con su esposa Judy, durante una visita a Jerusalén en la primavera de 2005.

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