Desde La Habana

«Afuera están perdidos en el llano»

Una amiga me autorizó a publicar esta carta, pero no a dar su nombre ni demasiados detalles, pues dentro de unos días regresa a Cuba.

Querida Tania:

Desde diciembre estoy fuera, en visita familiar. A través de tu blog me localizaron tu correo, porque no quería regresar sin escribirte.

Me voy contenta por haber estado con una parte de los míos, haber podido comer bien y sabroso, pasear a muchos sitios y regresar con un dinerito y regalos para el familión.

Pero me voy mal, porque los cubanos de afuera están perdidos en el llano. Mientras más tiempo llevan fuera de la isla, más perdidos están.

Ni idea tienen de la realidad actual de nuestro país y menos de los cubanos. Tu sabes que siempre he sido neutral: ni gusana ni revolucionaria. Salvo excepciones, todo lo que dicen y escriben, es cáscara de caña. Muchos serán muy periodistas, intelectuales y escritores, pero están a años luz de nuestra realidad y de nuestra agonía diaria.

Espero que tu tengas los pies todavía en la tierra. Porque tu viviste el período especial y hasta que te fuiste, estuviste haciendo cola y zapateando para darle de comer a tu nieta y tu familia.

Espero que no hayas olvidado los apagones, ni lo que es desayunar un poco de café mezclado con chícharos, almorzar el veintiunico pan de la libreta con una fritura, y por la tarde comer un poco de arroz con chícharos, y si acaso, un huevo frito.

Espero que no hayas olvidado que el motor lo ponían una vez al día, cuando entraba el agua. Y cuando no, a cargar cubos desde la cisterna o cuando venía la pipa.

Espero que recuerdes que desde tu casa te ibas a pie a la mía, unos dos kilómetros para ir y otros dos para regresar. Me imagino que ya no tengas que caminar tanto y hayas engordado un poco.

Porque lo que entonces no se podía era estar 3-4 horas en una parada, esperando una guagua. Caminar es bueno, pero no con zapatos duros e incómodos y por calles y aceras rotas, llenas de huecos.

Qué fácil es estar escribiendo y hablando tanto cuando se desayuna, almuerza y come todos los días. Sin libreta y sin colas. Cuando se anda en carro y no se tiene que estar pensando en conseguir dos fulas para comprar una botella de aceite, un paquete de detergente o dos jabones de baño.

Así, claro, en buenas casas, con buenas camas y colchones, con agua fría y caliente en las pilas y luz las 24 horas, surgen muchas ideas.

Y se ponen a escribir o a hablar. De una Cuba que hace años conocieron, y más o menos conocen de oídas, o por lo que leen en internet o leen en la prensa. Porque ni siquiera los corresponsales extranjeros conocen la verdadera Cuba ni cómo de verdad viven y padecen los cubanos.

Así, claro, es muy fácil. Estar todo el tiempo dando opiniones y discutiendo. Inventando actividades para apoyar a los de adentro, cuando los de adentro, entre los que yo me cuento, estamos obstinados, queriendo que venga el Armagedón. Pero ni yo ni nadie allá dispuesto a inmolarse. Desgraciadamente, la revolución hizo de nosotros un rebaño de carneros cobardes.

No sé si sabes que todavía a mucha gente que se les cayó los techos o sus casas, cuando los huracanes, hace dos años, aún no se los han reparado. Si lo de la comida sigue estando muy mal, lo de la vivienda está aún peor.

Afuera es que me he enterado de la disidencia y todo eso de las huelgas de hambre, porque allá, a no ser que en tu cuadra o en el barrio viva un disidente, nadie los conoce.

De esas mujeres que salen por las calles vestidas de blanco me he enterado aquí, porque allá, si uno no coincide con ellas en la calle o en una iglesia, no te enteras de su existencia.

Es que, Tania, cuando la gente tiene que vivir pendiente de lo que va a poder cocinar ese día, con qué va a lavar la ropa, cómo le puede resolver un par de tenis nuevo a su hijo o una bolsa de leche en polvo a su padre enfermo, nada de eso de la disidencia le importa.

Otra cosa que me ha dejado pasmada son ciertos personajes con fama afuera, pero allá nadie los conoce. Si acaso hablan de ellos es en las mesas redondas, pero como casi nadie las ve, es igual que nada, siguen siendo unos desconocidos. Al menos para los cubanos simples como yo.

Después de haber visto lo alejados que los cubanos de afuera están de nosotros, los cubanos de adentro, veo difícil y lejano que un día podamos volver a ser un solo pueblo, como fuimos antes de 1959. Porque si algo en estos meses he sentido, es que después de 51 años, somos cubanos muy distintos unos de otros.

Aunque hablemos español, bailemos salsa, comamos frijoles negros, puerco asado y yuca con mojo; le pongamos velas a los mismos santos y en el corazón llevemos la misma bandera.

Allá siempre te lo decía: «Esto no hay quien lo arregle, pero tampoco quien lo tumbe». Luego de haber estado un tiempo fuera, lo sigo pensando.

Salúdame a tu familia. Y tu, recibe mi más sincero abrazo.

Foto: Eglantine, Flickr.

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