Desde La Habana

Cuba: con el blablabla no se come

Cuando usted lee las notas, documentos, réplicas y artículos sobre el quehacer de la disidencia, da la sensación que están en campaña electoral.

Mire usted, en algo más de un mes se nos apea Oswaldo Payá Sardiñas con su documento El Camino del Pueblo, que amén de si es o no más de lo mismo respecto al Proyecto Varela, debió buscarle un mejor nombre. La primera vez que lo tuve en mi bandeja de entrada lo eliminé como spam, pensando que era un tratado inspirado en una obra de Mao.

Para aderezar el verano, la reconocida disidente Martha Beatriz Roque se hace un flaco favor al caer en un debate, sin sentido para mí y siempre a la defensiva, con Antonio Rodiles al frente de un grupo de académicos nombrado Estado de SATS.

Continúan los bretes. A Pablo Milanés, después de haber sido crucificado por una parte del exilio miamense, ahora lo quieren crucificar los que aplauden al régimen. Desde Edmundo García en Miami hasta Silvio Rodríguez en La Habana. Cambiar de camisa es algo que no perdonan los de izquierda.

El culebrón sigue con la historia de Wikileaks y la entrevista supuestamente apócrifa de Yoani Sánchez a Barack Obama. Iroel Sánchez, defenestrado del Instituto Cubano del Libro y deseoso de volver al ajo, le dio inmediata repercusión en su blog.

No lo veo mal. Las noticias son para explotar. Lo que me parece preocupante es la falta de ética y el terrorismo verbal que se va inoculando en los cubanos que piensan diferente.

Lea usted los 39 comentarios del artículo de Iroel y notará que todos, por unanimidad, como es habitual en los debates entre ‘revolucionarios’ atacan con saña a Yoani.

Hay quien pide aplastarla como una cucaracha. Otros extrañan al Che Guevara. Quisieran pasarla por las armas. Es sano que un país como Cuba, donde la Biblia son las orientaciones que emanan del poder, sin derecho a quejas, existan diferencias políticas, estéticas y de criterios. Yo acepto las discrepancias.

La falta de respeto y el chancleteo es lo que sobra. La intimidación e incapacidad para tener un debate civilizado es algo que lastra el futuro del país. Da risa ver a figuras disidentes posicionándose mediáticamente.

Tal pareciera que Fidel Castro ya es historia y, en enero de 2012, en vez de una Conferencia del Partido Comunista la convocatoria es a elecciones libres. Nadie se detiene a pensar que Castro II sigue en el poder.

El General mantiene el discurso de que los opositores son unos miserables. Y la calle es de los ‘revolucionarios’. A los que gritan en la vía pública, palos y trompadas. El futuro de Cuba se decide en diez años. Quizás menos. Pero aún no se ha dado el pistoletazo de arrancada.

La disidencia debe tener cierta cordura. No se necesita unanimidad de criterios, eso queda para los partidarios del régimen, pero sí mesura. Existen dos o tres puntos cardinales con los cuales coinciden quienes discrepan con el gobierno. Explotemos lo que nos une. No lo que nos separa.

En este rifirrafe, los disidentes y leales al régimen se acusan unos a los otros. Y también entre ellos. A la primera de cambio, cuelgan el cartelito de soplón de los servicios de inteligencia. Sin mostrar la menor prueba. Sólo por intuición divina.

Es una verdad de Perogrullo que en esta ‘batalla de ideas’ la Seguridad del Estado cuela sus fichas. Y traza su estrategia. A río revuelto… Lo que me jode es que los encendidos debates apenas son conocidos por una parcela ínfima de la población.

Los disidentes y leales a Castro usan el arma virtual que sólo llega a un 4% de los habitantes en la isla. La gente de la Cuba profunda está para otros trotes. La merienda de sus hijos en la escuela. Y de balcón a balcón avisarle a su vecino que llegaron los frijoles negros al agromercado, a 8 pesos la libra.

Y por las noches, ver el culebrón de turno. Lo demás pasa a un segundo plano. No conocen El Camino del Pueblo. Y pocos saben quién es Yoani Sánchez. De pasada, si vieron el noticiero, a lo mejor escucharon su nombre.

Al final, los cubanos de a pie, ésos que desayunan café sin leche, todo lo confunden. Para ellos, blogueros, disidentes y periodistas independientes son la misma cosa: “gente de los derechos humanos”. Tipos idealistas y un grupo de mujeres con ovarios que salen a la calle a protestar.

Pero el ciudadano simple sabe que con el blablabla no se come. Sin saberlo, es víctima de una ‘guerra’ en internet entre personas que discrepan sobre asuntos que excepcionalmente interesan a la mayoría de la población.

Iván García

Foto: Blablabla, escultura en madera realizada en 2008 por el artista plástico Fabian Seiz (Austria, 1975).

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